El dolmen de La Pastora es parte de la zona arqueológica de Valencina de la Concepción, que comprende otras estructuras como el Dolmen de Matarrubilla y también varias tumbas. El conjunto se encuentra en provincia de Sevilla, en el término municipal de Valencina de la Concepción, cerca de la vecina Castilleja de Guzmán, dónde también se han descubierto antiguos asentamientos y estructuras de gran relevancia arqueológica.
En el museo de la localidad de Valencina y en el museo arqueológico de Sevilla se conservan numerosos artefactos hallados en las excavaciones realizadas en los últimos dos siglos.
Una entrada larga 45m
El dolmen o tholos de La Pastora no es tan conocido como el dolmen de Vieira, del Romeral o de Menga, que son parte del Sitio de los Dólmenes de Antequera patrimonio Unesco de la humanidad, pero tiene algunas características que lo hace muy especial: está clasificado como el que tiene el pasillo más largo de toda la península ibérica, medido en más de 45m. Además, contrariamente a la costumbre, su puerta de acceso, con consecuente corredor, está orientada no hacia el salir del sol, sino hacia el ocaso. Estos factores están volviendo a despertar el interés de la comunidad científica y de las autoridades locales que están conscientes de tener entre las manos un delicado y valioso tesoro que está esperando ser estudiado y puesto en valor. Estoy agradecida a los compañeros por abrirme la posibilidad de intentar contribuir a que eso ocurra.
Varios socios de las asociaciones sevillanas Andalus y Astromares, con el alcalde de Valencina y un arqueólogo de la Universidad de Sevilla nos hemos reunido aquí el 19 de noviembre 2024 por la tarde, para asistir a un fenómeno que pocos ojos humanos han presenciado desde hace varios miles de años…
El pasillo del sol
Hoy vamos a entrar en una sala de cine prehistórica, que nuestros antepasados han construido en piedra hace casi 5000 años y que se ha quedado cubierta de tierra hasta ser descubierta de nuevo en 1860. Para protegerla, se ha construido una extraña fachada en cemento, con una puerta de hierro que solo se abre por las mañanas, en horario de visitas. Afortunadamente esa apertura ha sido bien alineada…y ninguna construcción o árbol se ha interpuesto en lo que se empieza a llamar “el pasillo del sol”.
Para quien no conozca el lugar nos encontramos en lo alto de una loma en las colinas del Aljarafe sevillano. Desde este punto privilegiado se ve la ciudad de Sevilla a poca distancia hacia el nordeste. La hierba alta y las flores cubren el túmulo y los bordes del camino que lleva hacia él.
Estábamos muy emocionados
Mientras esperamos que se acerque la hora de la puesta de sol, recordamos como en la época neolítica las aguas del mar lamían la base de la colina. Estamos muy emocionados y cargados de expectación. Observamos los alrededores e intentamos imaginar el mundo como era entonces, sin antenas radio, ni carreteras, ni luces o aviones que surcan el cielo.
Venimos armados de cámaras y trípodes, para documentar lo que esperamos poder ver: hoy los rayos del sol van a penetrar la oscuridad del largo y estrecho pasillo hasta llegar a la cámara interna y permanecer allí unos pocos segundos, hasta que nuestra estrella desaparezca debajo del horizonte y la negra noche cierre los ojos del mundo.
Solo cabíamos tres personas
He tenido la inmensa suerte, con los compañeros Paco Gil y Juan Daniel Díaz, de ocupar para la observación el angosto lugar de la cámara, al fondo del todo. No cabía nadie más. En la más completa oscuridad, poco a poco hemos visto unos dedos de luz como oro fundido que se han acercado resbalando por las pizarras, sobre el dintel y en torno a las jambas de piedra. Un triángulo de luz dorada se ha dibujado en la pared del fondo. Se hacía cada vez más grande, hasta ser como un portal de luz. De repente nos dimos cuenta que podíamos ver perfectamente, contar las piedras iluminadas… pero duró un par de minutos y de nuevo éramos como ciegos. He entrado como una ciudadana curiosa que participa en un proyecto de ciencia y he salido como un ser humano asombrado y tocado por el tiempo, como en una ceremonia ancestral
Francisco Casado Nené, Juan Cortés y los demás compañeros fuera, tensos, capturaban el momento con sus objetivos: documentos importantes de esta maravillosa cita con el sol para las futuras investigaciones de los arqueólogos. Fotos dignas del National Geographic, donde espero verlas publicadas un día.
El fenómeno se repetirá en los próximos dos días y luego habrá que esperar a enero para que vuelva a ocurrir: el sol tiene que pasar por el punto del solsticio de invierno y seguir desplazándose, hasta que en enero, volverá a tocar el mismo punto del horizonte alineado nuevamente con esta construcción humana que ha sobrevivido al tiempo para regalarnos un efímero y dramático momento. Este ritmo se repetirá año tras año…cómo viene ocurriendo desde hace 5000, sólo que antes, los modernos no o sabíamos.
Es evidente que el dolmen de La Pastora quiere susurrar sus secretos en nuestros oídos. ¿Qué motivo tendrían los constructores del dolmen para querer marcar estas dos fechas?
Me viene a la mente la posibilidad que el intervalo marque el inicio y el final de algo: un festival, un ritual, unas necesidades humanas, la muerte y el nacimiento de las cosas, de las personas, de los frutos de la tierra….Me lo seguiré preguntando toda la vida.