Un cortijo tradicional desaparecido: la Hacienda Miró

Con este nombre se conoce a un antiguo cortijo tradicional ya desaparecido. Era un complejo de finales del siglo XVII con edificios urbanos que iban desde la iglesia hacia el norte, hasta la histórica fuente de agua. El resto eran tierras de labor que se extendían por La Puebla, Coria y Almensilla cerca del río Guadalquivir.

Fue pasando por las manos de varias familias propietarias del medio rural hasta finales del siglo XX, como era habitual que ocurriese en el pasado.

 El nombre de Miro viene dado por el Caballero de la orden de Calatrava Nicolás Miro y su hijo Isidro Miro, de estamento noble y que ampliaron la Finca hasta unas 200 hectáreas en el siglo XVIII.

Sin embargo cuando estuvo en manos del duque de Sevillano en 1877 la hacienda de Miro alcanzó su mayor extensión con 360ha. 

Si bien al principio se trataba de tierra calma en buena parte, luego a partir de 1726 se fue introduciendo sobre todo el olivar y de forma más testimonial pinares y vid. La razón es que era mejor tierra para árboles que para trigo. 

Como resultado no muy lejos de la iglesia se construyeron un almacén de aceitunas y una almazara(molino de aceite). 

La hacienda en el siglo XX

A lo largo del siglo XX fue decayendo como casi todo el patrimonio rural y minero de España.Todos los edificios que había dentro de la zona urbana de la Hacienda fueron derribados, salvo la almazara que el ayuntamiento se comprometió a salvaguardar pero que al final también la derribó para hacer una urbanización.

El último dueño de la Hacienda de Miro fue la empresa de Arrocera Herba (a su vez comprada hoy día por Ebro-Puleva) que puso un almacén de Arroz. Es cierto que generaba un trasiego de camiones por el interior de La Puebla del Río muy molesto y peligroso para los niños, trasladándose a otra localidad. 

Queda solo el nombre

De esta forma la Hacienda quedó como solar para la urbanización. Se ha especulado con ser en la época romana una Villa rural (Alquería en árabe o cortijo en castellano) a nombre de un ciudadano romano llamado Myro, pero por desgracia las catas arqueológicas no han podido demostrarlo.

 

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